La presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (ANMUPESCA), Rita Míguez de la Iglesia, defendió este martes en Sevilla la necesidad de que se reconozcan enfermedades profesionales que están afectando directamente a las mujeres del sector de la pesca, así como la revisión de los coeficientes reductores que ya se aplican a los colectivos de trabajadores de la mar. Durante la celebración del III Encuentro de Salud y Seguridad en el Trabajo, celebrado en la capital sevillana, la presidenta de ANMUPESCA, que estuvo acompañada por la secretaria de la entidad y redera, Ángeles Mille, destacó que estas acciones contribuirán a “mejorar la calidad profesional y de vida de todos los trabajadores y trabajadoras del sector de pesca en España”.
Durante su intervención en la mesa redonda que llevó por título Mujeres del sector pesquero. Retos en seguridad y salud, Rita Míguez expuso experiencias reales de mujeres que marisquean, cosen redes, tripulan buques y comercializan pescado en puntos de venta, principales colectivos agrupados en ANMUPESCA. En lo que se refiere a marisqueo, la presidenta de la entidad destacó que se trata de “una actividad desarrollada fundamentalmente por mujeres, alcanzando una representación del 90%. Somos sobre todo trabajadoras autónomas por cuenta propia y casi el 60% son mujeres de más de 50 años”.
La presidenta de ANMUPESCA subrayó que trabajan durante largas jornadas, superando a veces las 16 horas de dedicación a una profesión que las apasiona pero que requiere grandes esfuerzos y sacrificios en contacto constante con el agua, a la intemperie, sometidas a temporales y a radiaciones solares, en instalaciones o entornos laborales no adaptados a la profesión y a veces con carencias básicas de servicios de higiene.
Jornada de trabajo
“Un día normal de nuestro trabajo pasa por levantarse de madrugada, conducir hasta lo más cercano posible a la zona en la que vamos a mariscar, cambiarse y ponerse el traje para faenar (que de poco nos sirve porque al final de la jornada acabamos mojadas de pies a cabeza), caminar hasta la zona de marisqueo, hacer nuestro trabajo, es decir mariscar (con utensilios que utilizaban nuestras abuelas, arrastrando fango y grandes pesos), retornar al punto de inicio con las capturas del día, volver a cambiarse, volver a conducir de nuevo a casa donde seleccionamos el producto y llevarlo por la tarde a vender a la lonja”, explicó grosso modo un día cotidiano de trabajo. “Estas son las tareas habituales de una mariscadora pero luego vienen otras como cultivo de producto, vigilancia de zona para lucha contra el furtivismo, etc.”, añadió.
En este sentido, Rita Míguez destacó que todo esto se traduce en tareas realizadas a la intemperie, mojaduras diarias, contacto constante con el agua hasta la cintura durante horas a diario, excesiva exposición al sol, picaduras de peces u otros organismos acuáticos, carga de pesos, esfuerzos para tirar y arrastrar, conducción con riesgo de accidentes, entre otros.
Relación de enfermedades
“Y a nivel de nuestra salud, nos encontramos con lumbalgias, infecciones constantes de orina, alergias, accidentes in itinere de automóvil, etc. a lo que hay que añadir otras enfermedades con mayor incidencia entre las mujeres como es el cáncer de mama”, subrayó explicando que tienen constancia de casos, en los que después de superar esta enfermedad, las mujeres se incorporan a la actividad pero no pueden realizarla en condiciones normales, porque no pueden hacer esfuerzos o cargar pesos, por ejemplo, pero “realmente se ven obligadas a hacerlo porque la compensación por baja no les llega para afrontar sus gastos familiares”.
Después de esta exposición de motivos, Rita Míguez defendió la revisión de los coeficientes reductores en cuanto a la edad de jubilación de todos los trabajadores de la pesca “en base a las duras condiciones que hombres y mujeres tenemos a la hora de realizar nuestros trabajos” y abogó por equipararlos, ya que “en una sociedad como la nuestra en la que se han dado pasos de gigante para alcanzar la igualdad en todos los ámbitos no tiene justificación este tipo de desajustes”. En este sentido, destacó que el colectivo de las rederas es el único existente vinculado con el sector de la pesca al cual todavía no se le aplica el coeficiente reductor y “trabajan también en condiciones muy duras, con posiciones difíciles, inclinadas largas horas, con esfuerzos realizados con las manos, etc. que hacen que sea muy duro llegar a la edad actual de jubilación”.
Finalmente, la presidenta de ANMUPESCA destacó que es necesario que se de un paso adelante en el reconocimiento profesional de ciertas enfermedades que si bien son consideradas de carácter general, tienen una especial incidencia en los colectivos de la pesca, como puede ser el túnel carpiano, por ejemplo, “que la están sufriendo especialmente las rederas”.
A esto hay que añadir las consecuencias de entornos húmedos, cargas excesivas, esfuerzos considerables, desórdenes alimenticios debido a alteraciones en los horarios de comida, etc. y algo que “parece que sólo nos afecta a las mujeres pero que en el fondo no es así, como son las tareas de conciliación que nos preocupan y ocupan especialmente”.
ANMUPESCA está constituída por 23 entidades de Galicia, Principado de Asturias, Cantabria, Comunidad Valenciana y Andalucía que aglutinan a unas 15.000 socias.