Hace once años que Rita Míguez de la Iglesia se dedica al marisqueo a pie en los arenales de Arcade (Pontevedra). Además, preside la agrupación local de mariscadoras. Pero hace un año que dio un paso inédito: se presentó como candidata única a la presidencia de Anmupesca (Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca), la primera red femenina de trabajadoras del mar.
“Es cierto que siempre hemos estado ahí, guardando en muchos casos las espaldas de nuestros compañeros. A la sombra de los hombres, que eran mayoría, y contribuyendo a las débiles economías familiares. Pero ni la sociedad nos conoce ni hemos visto reconocido nuestro trabajo”, afirma. “Y a las cifras nos podemos remitir, ya que en muchas de nuestras cofradías el marisqueo a pie, un trabajo donde la mujer es mayoritaria, genera una rentabilidad mayor que en otro tipo de capturas. Es algo que no se sabe”, añade la presidenta.
El asociacionismo entre las trabajadoras del mar tiene una larga tradición en España, principalmente en Galicia y sus agrupaciones del marisqueo. Pero desde el nacimiento de estas primeras asociaciones ha habido que esperar más de medio siglo para asistir al surgimiento de una estrategia de integración femenina que sirva de contrapeso a las políticas de un sector masculino en su abrumadora mayoría.
Anmupesca arrancó en mayo de 2016 con once asociaciones, cifra que ahora ha crecido a 18. La asociación ha logrado captar a 600 socias, pero aspira a incorporar a las 6.000 mujeres ocupadas en el sector, lo que supone el 17,4% de todos los trabajadores de alta en el régimen especial de la Seguridad Social, según datos del Instituto Social de la Marina de 2013.
“Solo unidas podremos conseguir nuestros objetivos”, proclama la presidenta de Anmupesca. Además de la integración de todas las agrupaciones de España, la asociación afronta varios retos. Entre los más importantes está el de lograr la igualdad salarial con los hombres; mejorar la conciliación de la vida laboral y familiar; y dar visibilidad a aquellos sectores ocultos y sin cualificación.
“Es un gran reto, pero ya estamos resultando interesantes para otras entidades con más trayectoria y con presencia masculina, porque ven que podemos conseguir grandes cosas para el sector”, subraya.
El mar, un sector que factura al año más de 2.000 millones de euros, cuenta ahora con 1.155 afiliadas en la pesca extractiva, 3.565 mariscadoras y 651 rederas. Completan el sector las mujeres que integran el gremio de la industria de transformación y conservera. En Europa, el colectivo femenino está representado por unas 100.000 trabajadoras.
Las mujeres están en todas las actividades de la pesca y la acuicultura; y contribuyen especialmente al desarrollo socioeconómico de las zonas de influencia donde trabajan agrupadas. Pero uno de los problemas a los que se enfrentan es la falta de estadísticas e información con las que hacerse una idea de su situación global. Por ello, Anmupesca elabora, con la ayuda del Instituto de la Mujer y de equipos académicos de investigación, un estudio que mostrará por primera vez la contribución de las mujeres a la industria pesquera. La información está muy dispersa. Por ello será laborioso hacer un informe estadístico completo con el que Anmupesca pueda medir su fuerza y dar visibilidad al colectivo.
Anmupesca surgió de la experiencia de años de silenciamiento. “Sentimos la necesidad de unirnos para ir en una dirección, defender nuestros intereses económicos y profesionales después de permanecer tantos años invisibles”, explica Míguez. “Ahora es el momento de que nuestras voces se escuchen con claridad”, añade.
“Cada una de nosotras tenemos nuestros problemas. Pero coincidimos en que es el momento de tomar las riendas de un sector al que pertenecemos desde los inicios de la pesca. Debemos reforzar nuestro papel para convertirnos en protagonistas y vivir dignamente de nuestro trabajo”, añade Míguez.
Consciente de la mayoría masculina en su sector, la directiva de Anmupesca cree que el creciente peso femenino aportará novedades que pueden mejorar la calidad de vida de unos y otras. “No hemos tenido problemas con los hombres. En algunas reuniones ya nos han apoyado. Creo que no nos ven como rivales”, asegura Míguez, que duda cuando se le pregunta si los varones podrán plantarse ante reivindicaciones como la igualdad salarial. “No deberían hacerlo, porque la unión hace la fuerza”, concluye.